viernes, 4 de junio de 2010

PERFIL DE LA M. SAINT PASCAL LAVRILIOUX, LA CHÈRE MÈRE

 PERFIL DE LA M. SAINT PASCAL LAVRILIOUX, LA CHÈRE MÈRE




En Josselin, provincia de Morbihan, Bretaña, venía al mundo el día 4 de enero de 1809 Julia María Josefina Lavrilioux. Era la séptima de los hermanos, aunque se podía contar como la cuarta porque tres habían fallecido siendo muy pequeños. Sus padres fueron Rosa Revel y Tomás Lavrilioux. La niña fue bautizada al día siguiente de nacer.

“La pequeña Juliana”, como gustaban llamarla familiarmente, quedó huérfana desde muy niña y fue adoptada por un familiar que la confió a as madres Ursulinas de Ploërmel. A los 13 años entró en la congregación de las Hermanas de la Instrucción cristina, fundada por el Padre Deshayes en Beignon. En seguida se la pondría al frente de una clase y, muy pronto, ocuparía cargos de responsabilidad en esta Congregación.

Ella, como toda mujer en la sociedad del siglo XIX, vivía entre la sumisión y una autonomía limitada. Esta situación hallaba su explicación y su apoyo en el ideal del cual participaban las propias hermanas: la mujer tenía como meta moral la piedad y la modestia.

Sobre la Madre Saint Pascal pesó la influencia del rigorismo moral generalizado en los años siguientes a la Revolución, opuesto a la alegría, a la dulzura y a la sencillez propia de su carácter.

“Esta mujer que salió de su tierra, de su comunidad, en nombre de la obediencia, para ir lejos a formar a quienes desde hacía tiempo la estaban esperando fue, pese a sus luchas interiores, maestra de vida espiritual para sus hermanas. Ella fue guiando a las pequeñas fundaciones desde lo que, para las hermanas, fue siempre la Comunidad, el lugar donde vivían aquellos que reconocían sus superiores, a quienes acudían en sus dudas y de quienes esperaban la única tutela que les era necesaria para cumplir su misión, pasara lo que pasara. Más que un libro dejó su testimonio y este fue toda su vida. Así definen su personalidad quienes mejor la conocieron: P. Louis Ormières y Monseñor Angebault.

“Querría ser de fuera de la Congregación para hablar de esto a mi gusto. No deseo más que una cosa: que la conozcan. Todo mi temor es que la mayor dificultad de nuestros superiores de Carcasonnne viene del sentimiento de perderla. Ojala todas sus hijas se penetren bien de su espíritu si no llegan a alcanzar el grado de su esmerada educación. Aunque no tiene más que 46 años lleva 33 en la vida religiosa y la excelente educación que recibió en su primera infancia, unida a su talento natural no ha podido hacer de ella más que lo que es: hábil para discernir espíritus y para ganar los corazones de sus hijas a pesar de su firmeza inquebrantable en mantener la observancia de la regla. No digo nada excesivo y no temo en absoluto ser desmentido si quisiera pedir informes a la Comunidad Madre de Saint Gildas, o a Monseñor Angebault, obispo de Angers, o a Monseñor de Bonnechose y a nuestros Vicarios Generales” (Carta P.O. 1855).


Rasgos de su personalidad



• Disponible a la voluntad de Dios.
Siempre en camino para vislumbrar su voluntad y custodiar la herencia que le había sido encomendada: “Solo seremos felices cuando no queramos otra cosa que la santa voluntad de Dios” (Carta 1855).

La Chère Mère acompañó con su solicitud los trabajos del P. Ormières. Ésta crecía en los largos períodos en que el Cher Père se ausentaba para visitar a las hermanas o atender a otros intereses de la Comunidad.

• Paciente

Una paciencia propia de quien ayuda a los demás y enseña que la generosidad de quienes se desprende de lo que le pertenece embellece la caridad: “No se desaliente en medio de las contrariedades que pueda experimentar. Esperemos en Dios que vendrá en nuestra ayuda” (Carta 1852).

Había que ser como el campesino del evangelio Mc 4, 26-29. Había que ser paciente con el ritmo de consolidación de una obra que estaba en sus comienzos. Quillan era como una semilla que debía crecer y desarrollarse a su tiempo.


• Obediente

En medio de una sociedad liberal, la sumisión a la voluntad de Dios y la obediencia, constituyen en ella un gesto profético. Creía que la obediencia total era la esencia de la vida religiosa. “Hágase violencia para renunciar a su voluntad, para no hacer en todo más que la voluntad de Dios. Esa es la esencia de la vida religiosa”. (Carta 1864).

Todo bajo el signo del amor: la confianza en que Dios justifica nuestras obras pese a sus límites y la obediencia que trae seguridad en quien habita en las tinieblas de su propia noche interior: “Apéguese con fuerza a la obediencia y hágalo todo por el más puro amor a Dios” (P.O. 1852).


• Celo por la gloria de Dios


Actitud que la lleva a no escatimar ningún sacrificio que vaya a favor de los pobres. Son ellos los que atraen las bendiciones de Dios. Ninguna solución puede ser buena si va en detrimento de ellos y si redunda en menoscabo de su presencia en medio de las hermanas.


• Mujer de profunda vida espiritual.


Quienes en Dios se apoyan se ven fortalecidos y plenificados en su existencia. Adquieren fortaleza y valor para soportar las dificultades. La oración es para ella el lugar donde se encuentra con Dios y acepta su voluntad. Hay que rezar con confianza para que nada nos asuste “Dios nuestro Señor ha dicho: Pedid y recibiréis. Pedid a quien todo nos lo puede dar. Haced a su vez todo lo que de vosotras depende para el amor. Con buena voluntad y la gracia pueden hacerse grandes cosas” (Carta 1854).

Tal vez el mejor testimonio para entender quién y cómo era la M. Saint Pascal, son las palabras del P. Ormières, pronunciadas el día de su muerte, 2 de octubre de 1875, festividad de los Santos Ángeles: “La dulzura ha surgido de la fuerza. La devoraba el fuego de la casa de Dios. Ha combatido el buen combate. Siempre firme en su fe. Ha concluido su carrera”.

No debería ser sustituida por completo en la Comunidad tras su muerte. Deseaba Ormières que “muerta hable todavía y siempre al corazón de todas sus actuales hijas y de las que vengan después” (P.O. 1876).

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